Silencio, lo único que
puedo escuchar es un silencio desgarrador, doloroso e inquietante que lo
envuelve todo. La habitación está en penumbra, iluminada por el fuego
agonizante de la chimenea. Entonces, lo veo.
Me arrastro a duras
penas hasta alcanzarle. Las lágrimas se acumulan en mis ojos nublando mi vista.
El nudo en mi garganta me impide respirar. Llego a su lado, sé que jamás
olvidaré este momento.
Un grito rompe el
silencio. Tardo en darme cuenta de que yo soy la causante. Caigo al suelo, no
siento el golpe, tampoco que estoy llorando.
Quiero creer que esto
no es real, que estoy soñando; pero sé que no es cierto. Esa realidad me golpea
con tanta fuerza que siento como la habitación se tambalea.
Tristeza, impotencia,
dolor... emociones que se acumulan en mi interior a la misma velocidad que caen
mis lágrimas. Y luego nada, solo rabia. Hacia ella, hacia él, hacia aquel
maldito libro y la estúpida maldición que lo acompañaba, hacia mí por no haber
sido capaz de detenerle...
- ¿Realmente mereció
la pena? - susurro con la esperanza de que se levante y me conteste con una
sonrisa. Con la esperanza de que esto no sea más que una pesadilla -
!¿Realmente ha merecido la pena?! - mi grito rompe el silencio y desgarra mi
garganta; pero no alivia el dolor.
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