Impotencia,
rabia, frustración… Sentimientos que se acumulan en tu interior y no puedes
controlar. Sentimientos que no comprendes y te resultan molestos. Sentimientos
que te atormentan. Sentimientos que, por primera vez, te gustaría ignorar.
Escuchas esa vocecita en tu cabeza que te susurra que no es importante; pero un grito de rabia la acalla… un grito de tu corazón.
Te gustaría decir qué piensas; pero de tus labios, solo sale silencio. Te gustaría mirar con desafío; pero de tus ojos, solo caen lágrimas. Te gustaría que te comprendiesen; pero parece que ellos no lo harán, esta vez no.
Escuchas con rabia sus palabras y te sientes débil mientras lo haces… porque estás llorando y con eso solo consigues dejarlos ganar. Desvías la mirada y dices que lo entiendes cuando en el fondo, sabes que es mentira.
La ira se fragua en tu interior, y sabes que cuando se desborde, dañará a la gente que no lo merece; pero tú sigues reteniéndola dentro, dejando que te consuma despacio y dolorosamente.
Entonces levantas la cabeza, gritas y atraviesas la puerta; sin darte cuenta de lo que eso supondrá. Te alejas de ellos a toda prisa, como si con ello la sensación de ahogo fuese a desaparecer. Intentas entenderlo, pero te cansas de ser comprensiva, y por primera vez, decides ser una egoísta.
Es entonces cuando todo empieza y tomas decisiones que parecen insignificantes, pero en el fondo distan de serlo. Decides que no caerá una lágrima de tus ojos mientras te esté mirando. Decides que las mentiras o verdades contadas a medias son una opción. Decides que la independencia, es muy tentadora… Te escudas tras una sonrisa, palabras de comprensión y una gran máscara. Dices que lo has perdonado pero sabes que en el fondo no es del todo cierto.
Y el tiempo empieza a pasar; y tus decisiones siguen presentes. El silencio, empieza a formar parte de ti y los secretos se vuelven tus aliados. Y se abre una pequeña grieta que os separa. Y la confianza se vuelve tan frágil como un cristal.
Porque los grandes abismos, comienzan como minúsculas grietas; las grandes distancias, con pequeños pasos… Y los enormes muros que separan a las personas, con pequeños silencios cuando aún nos queda algo que decir.
Escuchas esa vocecita en tu cabeza que te susurra que no es importante; pero un grito de rabia la acalla… un grito de tu corazón.
Te gustaría decir qué piensas; pero de tus labios, solo sale silencio. Te gustaría mirar con desafío; pero de tus ojos, solo caen lágrimas. Te gustaría que te comprendiesen; pero parece que ellos no lo harán, esta vez no.
Escuchas con rabia sus palabras y te sientes débil mientras lo haces… porque estás llorando y con eso solo consigues dejarlos ganar. Desvías la mirada y dices que lo entiendes cuando en el fondo, sabes que es mentira.
La ira se fragua en tu interior, y sabes que cuando se desborde, dañará a la gente que no lo merece; pero tú sigues reteniéndola dentro, dejando que te consuma despacio y dolorosamente.
Entonces levantas la cabeza, gritas y atraviesas la puerta; sin darte cuenta de lo que eso supondrá. Te alejas de ellos a toda prisa, como si con ello la sensación de ahogo fuese a desaparecer. Intentas entenderlo, pero te cansas de ser comprensiva, y por primera vez, decides ser una egoísta.
Es entonces cuando todo empieza y tomas decisiones que parecen insignificantes, pero en el fondo distan de serlo. Decides que no caerá una lágrima de tus ojos mientras te esté mirando. Decides que las mentiras o verdades contadas a medias son una opción. Decides que la independencia, es muy tentadora… Te escudas tras una sonrisa, palabras de comprensión y una gran máscara. Dices que lo has perdonado pero sabes que en el fondo no es del todo cierto.
Y el tiempo empieza a pasar; y tus decisiones siguen presentes. El silencio, empieza a formar parte de ti y los secretos se vuelven tus aliados. Y se abre una pequeña grieta que os separa. Y la confianza se vuelve tan frágil como un cristal.
Porque los grandes abismos, comienzan como minúsculas grietas; las grandes distancias, con pequeños pasos… Y los enormes muros que separan a las personas, con pequeños silencios cuando aún nos queda algo que decir.
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