No podemos vivir eternamente creyendo que todo saldrá bien y nadie nos
hará daño; pero tampoco con el miedo de que eso ocurra. Madurar es aceptar que
la vida no es de color de rosa y no deprimirnos por ello.
Entré en su vida de repente, sin
avisar. Desbaraté todos sus planes, y me sentí orgulloso de ello. Creía que lo
tenía todo bajo control, pero como siempre, estaba equivocado.
Es tener que tomar decisiones
que, si son las equivocadas, nos harán perder algo que quizás no queramos
perder. Es equivocarse en todas y cada una de ellas sin poder evitarlo. Son
momentos que creemos importantes, cuando quizás no lo son.
Sé que se enamoró de mí; era de
esperar. Yo era el chico malo, era el tipo duro que podía con todo menos con
ella; al menos eso era lo que yo me esforzaba por demostrar, y por un momento,
me lo llegué a creer.
Es decir que sí, cuando tu cabeza
te dice que estás cometiendo un error. Es decir que no cuando tu corazón grita
todo lo contrario. Es tener demasiado orgullo, y empezar a darte cuenta que no
sirve de nada; pero no poder evitar tenerlo.
La conocí gracias a ti y desde
la primera vez que la vi, supe que algo en ella era diferente. Siempre estaba
contigo, pero yo no permití que eso me frenase; yo también me estaba enamorando
de ella, aunque no estuviese dispuesto a demostrarlo.
Es empezar a ver el mundo como es
en realidad, pero no querer reconocerlo… es intentar engañarte, y decir que el
mundo cambió, cuando fuiste tú quién lo hizo.
Al principio, solo fueron
encuentros furtivos que siempre empezaban con insultos, gritos y miradas
desafiantes, pero terminaban en un beso. Nadie lo sabía, nos mirábamos en
silencio desde la distancia… Tú seguías estando más tiempo con ella que yo,
pero a mí no me importaba; no mientras fuese a mí a quien mirase así.
Es descubrir quién eres y
preguntarte quién quieres ser en realidad. Es sentirte perdido, y tener que
encontrarte sin la ayuda de nadie.
Yo sabía que tú también la
querías, pero ella no lo veía. Para ella eras como un hermano, que siempre
estuvo ahí; que jamás se iría. Pero tú estabas enamorado, y decidiste
demostrarlo.
Te diste cuenta de que me miraba
de una forma diferente, pero no lo consideré una amenaza; tú solo eras su casi
hermano y estaba enamorada de mí. Empezaste a pasar más tiempo con ella; yo me sentía
abandonado, pero ella siempre volvía.
Es desear lo imposible, odiar lo
alcanzable. Es amar los sueños y despreciar la realidad. Es empezar gritar en
silencio, es entender por qué sobran las palabras.
Supuestamente era yo el que
debía quedarse con la chica; o al menos eso es lo que siempre pasa en los
libros que ella solía leer. Yo fui el que entró en su vida de una forma
repentina, y tú el que siempre estuvo a su lado. Yo era el tipo duro, y tú el
mejor amigo que jamás la abandonaba. Yo era el que rompía su corazón y lo
reconstruía, y tú el hombro en el que lloraba cuando eso ocurría. Yo era al que
siempre volvía, tú con el que siempre estaba.
Es querer una cosa, y que pase lo
contrario. Es creer que sabes todo, pero no saber nada. Es intentar decir algo,
pero no saber el qué.
Pero al final, no fui yo el que
salió ganando. No hubo un final feliz para mí, al menos no con ella. Fuiste tú
el que al final se quedó con su corazón; y yo pasé a ser una aventura pasajera.
Fuiste tú, el que de tanto cuidarla la conquistaste a pesar de que estaba
enamorada de mí, y yo no llegué a entender jamás por qué. Fuiste tú el que
consiguió hacerla feliz, y yo el que se quedó con las ganas de hacerlo.
Y aquí estamos ahora, varios
años después, mirándonos mientras recordamos todo lo que pasó. Vosotros,
cogidos de la mano, y contándome cómo os va juntos; yo con la que ahora es mi
esposa escuchando y con una sonrisa. Los tres pensamos lo mismo, pero no lo
decimos en voz alta.
Hablamos sin palabras y nos
agradecemos mutuamente lo que pasó porque gracias a ello ahora somos quien
somos. Gracias a que tú estás con ella sois felices y yo también. Porque es
cierto que madurar es doloroso; pero también es necesario.
Que duelo!
ResponderEliminar